Travesura

Travesura - María José Montalvo

Cuando era niña, mis cumpleaños eran especiales y esperados como es normal a esa edad. Sin embargo, los míos tenían un toque diferente por parte de mi padre. Cuando estaba navegando por trabajo, el día de mi cumpleaños me llegaba un telegrama. Un señor tocaba el timbre, preguntaba por mí y me entregaba un sobre con un mensaje, la emoción que sentía al recibirlo era inmensa.

Cuando le tocaba estar en casa, todo el barrio se enteraba que era mi cumpleaños. A primera hora de la mañana, ponía a todo volumen el disco de Las Mañanitas, subía cantando escandalosamente y entraba a mi cuarto con mi madre y hermanos. Para ser exactos, entraban como estampida y armaban un bochinche.

Una noche, me acosté a dormir con mucha emoción. ¡Al siguiente día cumplía 13 años! Mi padre estaba en casa, así que de seguro habría escándalo al amanecer, y gritos de “¡Viva la cumpleañera!” durante todo el día; ni qué decir del pastel y demás golosinas…

En algún momento de la madrugada, no sé por qué, abrí los ojos. La noche estaba muy clara y podía ver mi cuarto entero, pues el ochenta por ciento de una de las paredes era ventana; Iba a cerrarlos de nuevo, cuando escuché un ruido extraño. Era la cerradura de mi puerta. Regresé a ver con ojos adormecidos y me quedé petrificada.

Una mujer de mediana estatura y contextura gruesa, estaba parada frente a mi puerta cerrada. Su cabeza estaba dirigida a la cerradura y sus manos la sostenían; estaba muy concentrada y a la vez, el movimiento de su cuerpo me hacía pensar que estaba riendo entre dientes. Llevaba puesto un saco blanco de manga larga y una falda negra; su cabello era negro y tenía una impecable trenza que le llegaba a la cintura.

Mi corazón empezó a latir fuertemente y no podía moverme. Varias cosas pasaron por mi mente, como que mi única vía de escape estaba bloqueada, o probablemente estaba soñando. No sabía si lo que veía era real, pero de algo estaba segura: Si gritaba, me movía bruscamente, o me levantaba de la cama, ella podría girar su cabeza y mostrarme su rostro.

Así que tomé lentamente las cobijas y me tapé la cabeza, cerré los ojos y empecé a imaginar que estaba paseando en medio de un hermoso bosque a plena luz del día. No los volví a abrir y no sé a qué hora me habré quedado dormida.

A la mañana siguiente, unos estruendosos golpes en mi puerta me despertaron. Mientras sonaban Las Mañanitas de fondo, mi padre me decía que abra la puerta. Él no podía creer y le decepcionó un poco, que yo haya puesto seguro y arruinara su tradicional serenata.

Una de tantas historias incompletas sobre terror. Historia 8/12.

Autora: María José Montalvo

One Comment

  1. Miguel Mendez

    Hermosa historia. Gracias por contarnos la. Felicitaciones.

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