Nueva ola

nueva ola

“Creo que me he vuelto toda pro-Alemania”, me escuché diciendo, como entre dientes. Una oración que nunca pensé decirla. ¡Yo!, tan latina, con amor tan profundo a mi tierra y a mi gente.  “Más que eso, creo que son las ganas de ayudar a tu país” me responde Andrea, mi gran amiga. En ese segundo, me doy cuenta que es esa exactamente mi posición. Me lo leyó del alma. ¡Cómo quisiera que, en mi país -y en América Latina en general-, hubiese una política de medio ambiente adecuada y efectiva! Países verdes que se mantengan verdes, sin tener miedo a que sus bellezas y reservas naturales desaparezcan.  No tener que decirme, “debemos ir pronto a Galápagos, no vaya a ser que desaparezca”.

Alemania es un país complejo, con errores en su historia, pero con muchas ganas y fuerza de mejorar. Una de sus prioridades ahora es tener desarrollo y progreso, al mismo tiempo que se cuida y reconecta con la naturaleza, se la protege y ayuda a recuperarse. El encanto de esto es que ¡de verdad funciona! Funciona a través de una estructura amplia, con concepto y sistema, bien pensada y bien desarrollada. Esto hace que la población quiera y pueda ser parte del cambio, dando ya sea incentivos monetarios o multas. Un ejemplo muy sencillo, es que cuando compras una bebida, se paga un pequeño valor por el envase, éste puede ser más alto o bajo, según el material del envase, teniendo el plástico un mayor costo.  Al devolver el envase de bebida a la tienda, te acreditan el valor a la botella. También en el asunto de separación de la basura. El papel y los empaques son recogidos sin costo alguno, siempre y cuando estén en los contenedores correctos. La basura orgánica tiene un costo mensual bajo, y la general tiene uno mayor. La gente por supuesto no quiere perder su dinero y, por consecuencia, ¡hay menos basura! 

También hay ayudas financieras importantes por parte del Gobierno para construir casas nuevas que no consuman tanta energía en la calefacción, o para poner paneles solares en los techos de las casas y así producir energía limpia.  Además, se bonifica adquirir autos eléctricos nuevos, tanto como 6.000 euros. Lo sé, pues desde este año tenemos un auto eléctrico. La oficina de mi esposo ofrece parqueaderos con conexión eléctrica gratuita, ¡un gran ahorro!

Otra medida que va directo al tacañerismo, es que cuando uno va de compras, ya sea al supermercado o a cualquier otra tienda, se te cobra la bolsa en la que vas a llevar tus productos. Consecuencia: la gente se trae consigo su propio canasto o bolsita de tela y allí carga sus cosas. Si no la tiene, que pena… o se lo lleva sin bolsa o le toca pagar. El siguiente paso fue que, dentro del supermercado, se han eliminado casi por completo las bolsas plásticas para poner los alimentos. En algunos son de papel y en otros, como donde yo voy, tienen unas redes con cordón para llevar tus alimentos sin que se ensucien ni se caigan. En lo personal, estoy super contenta, pues con cada visita semanal al supermercado usaba unas 10 a 15 bolsas… ¡son 60 bolsas al mes, que yo solita dejo de utilizar y, por ende, dejo de contaminar!  Todos estos son granos de arena, pero como están bien organizados y aplicados, llegan a ser montañas.

Claro, en Latinoamérica estamos en países que van lejos de que esto suceda, por cuestiones de política y cultura. Los impuestos no son usados correctamente, y hay otros problemas básicos de educación y salud que tienen que ser resueltos primero. Con la educación viene la conciencia ambiental. Pero, como decía John Kennedy: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tú país”.  El primer paso es un voto responsable. Elegir bien a nuestros representantes marca la diferencia.

Hay mucha más gente ahora convencida de que se debe hacer un cambio radical a la forma en la que hacemos las cosas, y eso es maravilloso. Pero, ¿cómo podemos lograr que, en vez de tratarse de granos de arena, sean camiones llenos de arena? ¿Cómo podemos lograr un mayor impacto? Creo que la información y el ejemplo son clave. Podemos empezar con actos pequeños, como asegurarse de que tu basura va directo al basurero; o hacer tierra vegetal de los restos en el hogar, mejorando así la calidad de la tierra de tu jardín y disminuyendo la cantidad de basura producida. Se puede separar el papel y botellas junto con los vecinos, para luego llevarlos a centros de reciclaje. Se puede organizar campañas para recolectar basura por el barrio, o durante un paseo. O, quizá, plantar un nuevo árbol y luego cuidarlo.  ¿Cómo sería si nuestros supermercados no te empacaran cada 5 artículos en una bolsa separada? ¿O si cada uno llevara bolsas propias para no usar nuevas?  Cada granito de arena ayuda, y al ver que se puede, otra gente se ‘contagia’ y sigue el ejemplo, especialmente los niños. Esto llevaría a una futura generación más consciente de sus actos. ¡Una ola de cambio!

¿Quién más lo va a hacer, si no lo hacemos nosotros?

Una de tantas historias incompletas sobre medioambiente.

Autor: Florencia Montengero

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