Carta a una futura mamá

Carta a una futura mama

Mamá quiero poder elegir… para elegir ser verdugo.

Que nadie me malinterprete, quiero poder ser verdugo antes que víctima.

Por cuestiones diversas, siempre nos hemos situado en un escenario de aceptación y resignación. Yo, personalmente, no tengo ninguna historia aterradora que contar, pero si la vida es un juego, he perdido la partida sin haber jugado. 

Podríamos decir que he sido sujeto de otro, que siente necesidad de afianzar su estatus. A partir de ahí, abundantes historias que contar, si bien, lo que me queda claro es cuándo puedo hablar y qué no puedo decir.

Asumimos y aceptamos que puedan asaltarlos por la calle, con un simple «que te den» por respuesta, si no te conformas con el miedo, invadiendo nuestro espacio como si fuera propio.  Ahí te das cuenta del lugar que ocupas en «espacio público» y, evidentemente, no tienes el mismo derecho que tu agresor, eso ya te lo deja claro, le perteneces.

Despentes ya explica en su libro que «las mujeres tenemos que aceptar que ser libres conlleva sus riesgos». Unos riesgos que nadie ha tenido en cuenta cuando nos desarrollamos como humanos y, por lo tanto, define nuestro destino.

Mamá siempre recalcó: «Ten cuidado», “mantente alerta”, cual cervatillo sobreviviendo atento ante un posible ataque del depredador. Y estos consejos me mantuvieron alerta, evitando riesgos, pero con miedo. Lo que nadie me explicó es que me iban a soltar en mitad de la guerra, porque las mujeres estamos en guerra, constante, y sangramos más de una vez al mes para partirnos la cara.

Cuando pensamos en guerra imaginamos soldados armados hasta los dientes, pero ¿por qué a nosotras nos mandan a la guerra sin armas?

Necesitamos con urgencia restablecer conceptos, repensar la realidad, cambiarla.

Necesitamos aprender a defendernos, a reaccionar ante un ataque, no como víctima ya definida, si no como una soldado más. Pues perpetuar este engranaje siempre nos definirá perdedoras, con un claro ganador, que no es él (persona del sexo masculino).

Una de tantas historias incompletas de feminismo.

Autora: Elisa Jiménez Azcona

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *