El vestido blanco

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Su mirada vagaba entre reminiscencias agitadas, unas por el tiempo, otras por los daños.  Pasó tantas lunas sumida en el océano infinito de su llanto, que una sequía hostil le atrapó el alma.

Quiso retroceder en su pasado y arrancarse de la piel caricias ficticias, sueños fugaces y eternidades presas. Hurgando en el baúl de sus fantasmas halló su vestido de novia; había perdido el blanco inmaculado y, ahora, era apenas un harapo amarillento, que contrastaba a la perfección con el tono de sus frustraciones.

Retornó con un parpadeo indefinido hasta el día de su boda, tratando de encontrar esa felicidad que debió llevarla hasta allí; pero por más que insistió en descubrir un soplo de realidad en ese espejismo, sólo pudo enfrentarse a la ausencia de un amor que fue quimera. Años abrazando sombras y edificando castillos irreales, sumisa ante la indiferencia de la deslealtad y el desamor. Atada a prejuicios de obediencia que aniquilaron su dignidad, sintiéndose avergonzada de un deseo reprimido por sentirse amada. Permitió que el reloj avanzara implacable sin ponerse a salvo, hasta llegó a convencerse de que esa era la plenitud y esperar algo más era atrevido. Pero la presión irrefrenable del dolor terminó por sacudirle el amor propio. Ahora tiene otro verdugo aún más cruel, que la desafía, la atormenta y la señala: el arrepentimiento.

Trata de recobrar el hilo de ocasos grises, noches de brujas y crepúsculos sin horizonte; pero la cuerda se atascó y debe continuar.

Ir en dirección a un futuro que no dibujó, impulsandose de un pasado que no calculó y detenida en un presente que la mortifica. Es apenas el escombro de una perla invaluable, que se desperdició persiguiendo aves de papel.

Fracasó, y el desengaño le costó la tersura de su cutis, el brillo de su cabello y el rojo natural de sus labios. Enajenó su juventud sin grietas y hoy el espejo se lo recuerda a diario. Ahora toma el café sin prisa, sosegada y quieta, luce su pijama de satén sin corpiño, porque ya no le teme a la gravedad infame. Mira por la ventana para ver pasar la vida en las alas de un gorrión inquieto o en una descarga de brisa sorpresiva.  No sabe si volverá a confiar, lo que sí sabe es que no ha amado nunca, porque el amor es alegría y ella dejó de sonreír por amar. El vestido blanco y marcha nupcial fueron sólo fantasías pasajeras que se esfumaron en el camino. La alianza que llevaba en su dedo halló su tumba en las profundidades del olvido, mientras trata de juntar sus fragmentos y reconstruir su espíritu.

El fracaso es una convulsión para avivar y no una condena sin garantías.

Una de tantas historias incompletas sobre fracaso. Historia 11/12

Autora: Cristina Gaviria

2 Comments

  1. Miguel Mendez

    Enorme. Sí enorme. Maravillosa narración de un pasado que quedó detrás del espejo según nos cuenta su autora. Felicitaciones por esa manera de expresar con hilos de seda y oro una frustrante realidad pero cuya vida se proyecta de color rosa.

    1. admin

      En efecto, es una historia narrada de manera excepcional!

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